Luciano era hijo de panameño y ecuatoriana. Trabajaba como asistente del gran maestro de la fotografía Carlos Endara y aspiraba a destronarlo algún día. Pero por más empeño que ponía, nunca lo logró. Era un hombre triste y amable que se convirtió en un fotógrafo de segunda, artífice de bodas y bautizos. Vivía con sus cámaras en el cuarto No. 4 de la casa de Clementina. Una tarde, desde su balcón, casi sin pensarlo, vio pasar un grupo de enfermeras y realizó la mejor foto de su vida.